Es cosa sabida que la Iglesia ha condenado "ex cathedra" el liberalismo desde siempre, por lo que no es de extrañar que la Doctrina Social de la Iglesia haya sido históricamente tan dura con el capitalismo (que no deja de ser la plasmación económica del pensamiento liberal).
Algún amigo, sin duda con toda la buena intención del mundo, me ha querido convencer últimamente de las bondades de ciertos medios de comunicación liberales ("Intereconomía", "Alba", etc.) que se muestran abiertamente católicos (o eso aparentan al menos). Mi respuesta siempre ha sido a misma: en esos medios hay gente muy valiosa y se defienden muchas veces causas nobles (la vida, por ejemplo), pero al mismo tiempo se difunden errores gravísimos que se hacen pasar por católicos: se defiende el capitalismo, el naturalismo religioso, la democracia liberal, etc. Ello hace que mi disgusto con esos medios de comunicación sea mayúsculo, pues su buena labor en ciertos campos se ensombrece de una manera total con la filosofía errónea con la que impregnan casi todo. De los medios de comunicación en general ningún católico espera coherencia doctrinal con su fe, pero de los que presumen de católicos sí se espera eso, por lo que se da por hecho que la correspondencia existe y con ello el daño que producen es finalmente mucho mayor. Nadie espera coherencia con los principios católicos en "El País" o "Cuatro TV", pero sí en "Alba" o "Intereconomía TV", y por eso es tan dañina su línea editorial sin parecerlo a simple vista.
Los oyentes y lectores habituales de esos medios de comunicación se empapan de "liberalismo católico" (contradicción donde las haya) casi sin darse cuenta, y con ello ven alterados sus principios religiosos sin percatarse de ello. ¡Hasta cuando defienden abiertamente a la Iglesia se apoyan en argumentos económicos, humanitarios o artísticos que son absolutamente secundarios y accesorios!
A ellos, a los católicos de buena voluntad que no se dan cuenta de los peligros de ese "liberalismo católico", dedico hoy unos párrafos del magnífico libro -todo un clásico del pensamiento católico del siglo XIX- titulado "El liberalismo es pecado":
"Por lo demás se llaman católicos, porque creen firmemente que el Catolicismo es la única verdadera revelación del Hijo de Dios; pero se llaman católicos liberales o católicos libres, porque juzgan que esta creencia suya no les debe ser impuesta a ellos ni a nadie por otro motivo superior que el de su libre apreciación. De suerte que, sin sentirlo ellos mismos, encuéntranse los tales con que el diablo les ha sustituido arteramente el principio sobrenatural de la fe por el principio naturalista del libre examen. Con lo cual, aunque juzgan tener fe de las verdades cristianas, no tiene tal fe de ellas, sino simple humana convicción, lo cual es esencialmente distinto.
Síguese de ahí que juzgan su inteligencia libre de creer o de no creer, y juzgan asimismo libre la de todos los demás. En la incredulidad, pues, no ven un vicio, o enfermedad, o ceguera voluntaria del entendimiento, y más aún del corazón, sino un acto lícito de la jurisdicción interna de cada uno, tan dueño en eso de creer, como en lo de no admitir creencia alguna. (...) De ahí el respeto sumo con que entienden deben ser tratadas siempre las convicciones ajenas, aun las más opuestas a la verdad revelada; pues para ellos son tan sagradas cuando son erróneas como cuando son verdaderas, ya que todas nacen de un mismo sagrado principio de libertad intelectual. Con lo cual se erige en dogma lo que se llama tolerancia, y se dicta para la polémica católica contra los herejes un nuevo código de leyes, que nunca conocieron en la antigüedad los grandes polemistas del Catolicismo.
Siendo esencialmente naturalista el concepto primario de la fe, síguese de eso que ha de ser naturalista todo el desarrollo de ella en el individuo y en la sociedad. De ahí el apreciar primaria, y a veces casi exclusivamente, a la Iglesia por las ventajas de cultura y de civilización que proporciona a los pueblos; olvidando y casi nunca citando para nada su fin primario sobrenatural, que es la glorificación de Dios y la salvación de las almas. Del cual falso concepto aparecen enfermas varias de las apologías católicas que se escriben en la época presente. De suerte que, para los tales, si el Catolicismo por desdicha hubiese sido causa en algún punto de retraso material para los pueblos, ya no sería verdadera ni laudable en buena lógica tal Religión. Y cuenta que así podría ser, como indudablemente para algunos individuos y familias ha sido ocasión de verdadera ruina material el ser fieles a su Religión, sin que por eso dejase de ser ella cosa muy excelente y divina.
Este criterio es el que dirige la pluma de la mayor parte de los periódicos liberales, que si lamentan la demolición de un templo, sólo saben hacer notar en eso la profanación del arte, si abogan por las ordenes religiosas, no hacen más que ponderar los beneficios que prestaron a las letras; si ensalzan a la Hermana de la Caridad, no es sino en consideración a los humanitarios servicios con que suaviza los horrores de la guerra; si admiran el culto, no es sino en atención a su brillo exterior y poesía; si en la literatura católica respetan las Sagradas Escrituras, es fijándose tan sólo en su majestuosa sublimidad. De este modo de encarecer las cosas católicas únicamente por su grandeza, belleza, utilidad o material excelencia, síguese en recta lógica que merece iguales encarecimientos el error cuando tales condiciones reuniere, como sin duda las reúne aparentemente en más de una ocasión alguno de los falsos cultos.
Hasta a la piedad llega la maléfica acción de este principio naturalista, y la convierte en verdadero pietismo, es decir, en falsificación de la piedad verdadera. Así lo vemos en tantas personas que no buscan en las prácticas devotas más que la emoción, lo cual es puro sensualismo del alma y nada más. Así aparece hoy día en muchas almas enteramente desvirtuado el ascetismo cristiano, que es la purificación del corazón por medio del enfrentamiento de los apetitos. y desconocido el misticismo cristiano, que no es la emoción, ni el interior consuelo, ni otra alguna de esas humanas golosinas, sino la unión con Dios por medio de la sujeción a su voluntad santísima y por medio del amor sobrenatural.
Por eso es Catolicismo liberal, o mejor, Catolicismo falso, gran parte del Catolicismo que se usa hoy entre ciertas personas. No es Catolicismo, es mero Naturalismo, es Racionalismo puro, es Paganismo con lenguaje y formas católicas, si se nos permite la expresión."
Félix Sardá y Salvany, Pbro. – "El liberalismo es pecado" – 1884
¿Qué diría hoy ese magnífico sacerdote, tan catalán como español hasta la médula, de los medios de comunicación "católicos" del siglo XXI? Creo que no es difícil de adivinar, ¿verdad? Pues eso mismo.
Fuente: Clamar en el desierto
Algún amigo, sin duda con toda la buena intención del mundo, me ha querido convencer últimamente de las bondades de ciertos medios de comunicación liberales ("Intereconomía", "Alba", etc.) que se muestran abiertamente católicos (o eso aparentan al menos). Mi respuesta siempre ha sido a misma: en esos medios hay gente muy valiosa y se defienden muchas veces causas nobles (la vida, por ejemplo), pero al mismo tiempo se difunden errores gravísimos que se hacen pasar por católicos: se defiende el capitalismo, el naturalismo religioso, la democracia liberal, etc. Ello hace que mi disgusto con esos medios de comunicación sea mayúsculo, pues su buena labor en ciertos campos se ensombrece de una manera total con la filosofía errónea con la que impregnan casi todo. De los medios de comunicación en general ningún católico espera coherencia doctrinal con su fe, pero de los que presumen de católicos sí se espera eso, por lo que se da por hecho que la correspondencia existe y con ello el daño que producen es finalmente mucho mayor. Nadie espera coherencia con los principios católicos en "El País" o "Cuatro TV", pero sí en "Alba" o "Intereconomía TV", y por eso es tan dañina su línea editorial sin parecerlo a simple vista.
Los oyentes y lectores habituales de esos medios de comunicación se empapan de "liberalismo católico" (contradicción donde las haya) casi sin darse cuenta, y con ello ven alterados sus principios religiosos sin percatarse de ello. ¡Hasta cuando defienden abiertamente a la Iglesia se apoyan en argumentos económicos, humanitarios o artísticos que son absolutamente secundarios y accesorios!
A ellos, a los católicos de buena voluntad que no se dan cuenta de los peligros de ese "liberalismo católico", dedico hoy unos párrafos del magnífico libro -todo un clásico del pensamiento católico del siglo XIX- titulado "El liberalismo es pecado":
"Por lo demás se llaman católicos, porque creen firmemente que el Catolicismo es la única verdadera revelación del Hijo de Dios; pero se llaman católicos liberales o católicos libres, porque juzgan que esta creencia suya no les debe ser impuesta a ellos ni a nadie por otro motivo superior que el de su libre apreciación. De suerte que, sin sentirlo ellos mismos, encuéntranse los tales con que el diablo les ha sustituido arteramente el principio sobrenatural de la fe por el principio naturalista del libre examen. Con lo cual, aunque juzgan tener fe de las verdades cristianas, no tiene tal fe de ellas, sino simple humana convicción, lo cual es esencialmente distinto.
Síguese de ahí que juzgan su inteligencia libre de creer o de no creer, y juzgan asimismo libre la de todos los demás. En la incredulidad, pues, no ven un vicio, o enfermedad, o ceguera voluntaria del entendimiento, y más aún del corazón, sino un acto lícito de la jurisdicción interna de cada uno, tan dueño en eso de creer, como en lo de no admitir creencia alguna. (...) De ahí el respeto sumo con que entienden deben ser tratadas siempre las convicciones ajenas, aun las más opuestas a la verdad revelada; pues para ellos son tan sagradas cuando son erróneas como cuando son verdaderas, ya que todas nacen de un mismo sagrado principio de libertad intelectual. Con lo cual se erige en dogma lo que se llama tolerancia, y se dicta para la polémica católica contra los herejes un nuevo código de leyes, que nunca conocieron en la antigüedad los grandes polemistas del Catolicismo.
Siendo esencialmente naturalista el concepto primario de la fe, síguese de eso que ha de ser naturalista todo el desarrollo de ella en el individuo y en la sociedad. De ahí el apreciar primaria, y a veces casi exclusivamente, a la Iglesia por las ventajas de cultura y de civilización que proporciona a los pueblos; olvidando y casi nunca citando para nada su fin primario sobrenatural, que es la glorificación de Dios y la salvación de las almas. Del cual falso concepto aparecen enfermas varias de las apologías católicas que se escriben en la época presente. De suerte que, para los tales, si el Catolicismo por desdicha hubiese sido causa en algún punto de retraso material para los pueblos, ya no sería verdadera ni laudable en buena lógica tal Religión. Y cuenta que así podría ser, como indudablemente para algunos individuos y familias ha sido ocasión de verdadera ruina material el ser fieles a su Religión, sin que por eso dejase de ser ella cosa muy excelente y divina.
Este criterio es el que dirige la pluma de la mayor parte de los periódicos liberales, que si lamentan la demolición de un templo, sólo saben hacer notar en eso la profanación del arte, si abogan por las ordenes religiosas, no hacen más que ponderar los beneficios que prestaron a las letras; si ensalzan a la Hermana de la Caridad, no es sino en consideración a los humanitarios servicios con que suaviza los horrores de la guerra; si admiran el culto, no es sino en atención a su brillo exterior y poesía; si en la literatura católica respetan las Sagradas Escrituras, es fijándose tan sólo en su majestuosa sublimidad. De este modo de encarecer las cosas católicas únicamente por su grandeza, belleza, utilidad o material excelencia, síguese en recta lógica que merece iguales encarecimientos el error cuando tales condiciones reuniere, como sin duda las reúne aparentemente en más de una ocasión alguno de los falsos cultos.
Hasta a la piedad llega la maléfica acción de este principio naturalista, y la convierte en verdadero pietismo, es decir, en falsificación de la piedad verdadera. Así lo vemos en tantas personas que no buscan en las prácticas devotas más que la emoción, lo cual es puro sensualismo del alma y nada más. Así aparece hoy día en muchas almas enteramente desvirtuado el ascetismo cristiano, que es la purificación del corazón por medio del enfrentamiento de los apetitos. y desconocido el misticismo cristiano, que no es la emoción, ni el interior consuelo, ni otra alguna de esas humanas golosinas, sino la unión con Dios por medio de la sujeción a su voluntad santísima y por medio del amor sobrenatural.
Por eso es Catolicismo liberal, o mejor, Catolicismo falso, gran parte del Catolicismo que se usa hoy entre ciertas personas. No es Catolicismo, es mero Naturalismo, es Racionalismo puro, es Paganismo con lenguaje y formas católicas, si se nos permite la expresión."
Félix Sardá y Salvany, Pbro. – "El liberalismo es pecado" – 1884
¿Qué diría hoy ese magnífico sacerdote, tan catalán como español hasta la médula, de los medios de comunicación "católicos" del siglo XXI? Creo que no es difícil de adivinar, ¿verdad? Pues eso mismo.
Fuente: Clamar en el desierto