Te ofrezco, Dios mío, mis pensamientos para pensar en Ti, mis palabras para hablar de Ti, mis obras para actuar según Tu voluntad, mis sufrimientos para padecerlos por Ti.
Quiero lo que Tú quieras, porque Tú lo quieres, como Tú lo quieres, y en tanto Tú lo quieras.
No me inficione la soberbia, no me altere la adulación, no me engañe el mundo, no me atrape en sus redes el demonio.
Concédeme, oh buen Dios, amor a Ti, odio a mí, celo del prójimo, desprecio del mundo.
Que procure obedecer a los superiores, asistir a mis inferiores, favorecer a mis amigos, perdonar a mis enemigos.
Que venza la sensualidad con la mortificación, la avaricia con la generosidad, la ira con la mansedumbre, la tibieza con la devoción.
Hazme prudente en las determinaciones, constante en los peligros, paciente en las adversidades, humilde en la prosperidad.
Haz Señor, que sea en la oración fervoroso, en las comidas sobrio, en mis deberes diligente, en los propósitos constante.
Que me esfuerce por someter a mi naturaleza, secundar a la gracia, observar Tu ley y merecer la salvación.
Dame a conocer cuán frágil es lo terreno, cuán grande lo celestial y divino, cuán breve lo temporal, cuán perdurable lo eterno.
Haz que me prepare para la muerte, que tema el juicio, que evite el infierno y que obtenga el paraíso.
Por Cristo Nuestro Señor. Amén.