NO LE ADMITEN PRUEBAS QUE DEMUESTRAN SU INOCENCIA
Margarita Cabrer niega haber insultado a las trabajadoras de una clínica abortista y no pagará las dos multas que le impuso el juez.
Decía el ministro de Justicia, Alberto Ruiz-Gallardón, que con la nueva ley del aborto ninguna mujer irá a la cárcel por abortar. Y dice la verdad, porque de momento quien ha sido condenada -y no precisamente por abortar- es Margarita Cabrer, cuyo delito ha sido el de informar a las mujeres que acuden al abortorio Guadiana-Los Arcos de Badajoz.
El juez se ha basado para condenarla dos veces por un delito de faltas (con multas de 40 y 60 euros) en el testimonio de un familiar de una de las mujeres que fue al abortorio, que aseguró haberla escuchado gritar contra dos trabajadoras del centro.
“Es absolutamente falso, jamás he gritado contra nadie”,
se defiende Margarita.
En realidad, el modus operandi de Margarita -ama de casa, casada y madre de tres hijos- es muy distinto de lo que cabría esperar de una mujer condenada. Porque en los últimos tres años y medio -y armada únicamente de un rosario y folletos- no ha hecho otra cosa que ir ante este abortorio a informar a las mujeres de que abortar no es la solución. Algo que molesta y mucho a los dueños de la clínica, cuyo gerente -Pablo Cubero- ha salido en dos ocasiones a reprochar el comportamiento de Margarita. La segunda vez que Cubero llamó la atención a Margarita, incluso llegó a las manos:
“La primera vez sólo fue agresión verbal, pero la segunda yo llevaba en el brazo unos papeles plastificados y cuando me los arrancó me hizo un pequeño corte en la mano; luego me zarandeó”.
La comparación con los antitaurinos
Todo aquello acabó con dos multas que Margarita dice que no piensa pagar y cuyas consecuencias -que podría ser la de ir a la cárcel 10 días- asume sin problemas:
“Lo terrible es que sigan matando a niños, no que yo vaya a la cárcel. ¿Acaso no escandaliza que mueran 60 niños a la semana?”
Porque si algo tiene claro la protagonista de esta historia es el número de mujeres que entran a abortar cada semana.
“Sólo realizan abortos lunes y martes, porque el médico que los practica viene de la clínica Dátor de Madrid”.
Y por cada mujer que no logra convencer, Margarita dibuja en el suelo una cruz en memoria del niño abortado.
Lejos de gritar o crear un ambiente hostil hacia las mujeres que acuden a la clínica, Margarita se acerca “con calma” a explicarles que abortar es el peor camino.
“Usamos un tono adecuado, es decir, nos dirigimos a ellas con tranquilidad, algo muy necesario porque vienen muy nerviosas y necesitan tacto”.
En una de estas ocasiones, Margarita fue grabada por un policía de paisano -ella lo supo más tarde- para ver cómo actuaba. Precisamente ese vídeo fue lo primero que solicitó Margarita para demostrar su inocencia cuando la llevaron a juicio. Esta fue la respuesta que recibió: ninguna.
Desde luego, el juez que le impuso las multas creyó a pies juntillas el testimonio de una persona que es parte interesada en el asunto y rechazó la buena relación que Margarita mantiene con las mujeres a las que convenció para no abortar. Algo que no habría logrado si realmente se dedicara a insultarlas.
Puestos a comparar, el caso de Margarita no sale muy bien parado con otros en los que los activistas -como sucede con los antitaurinos en los aledaños de las plazas- se van de rositas cuando llaman “asesinos” a los que no son como ellos. De momento, no se conoce condena alguna para los animalistas.