LAS ALMAS DEL PURGATORIO
Año 1279 Tolentino Italia
San Nicolás de Tolentino no quería ordenarse de sacerdote porque le anonadaba la sublime grandeza de tan excelsa dignidad. Después de mucho tiempo, se decidió, por fin, a que el Señor obispo le impusiera las manos, persuadido firmemente que celebrando el santo sacrificio de la Misa, podría todos los días socorrer a las benditas almas del Purgatorio, y que los ángeles custodios de las almas por él libertadas, le obtendrían del Señor el fervor que había menester para bien cumplir con los deberes sacerdotales.
Estando un día el Santo, después de Maitines, descansando, oyó una voz que le despertó y le dijo: “Fray Nicolás, varón de Dios, vuélvete a mirarme”; y él le respondió: “¿Quién eres?”-“Soy, dice, el alma de Pelegrín Auximense, a quien tú, mientras viví en la tierra, conociste muy bien, y ahora me estoy abrasando en estas llamas del Purgatorio. Te suplico que me socorras, y luego de mañana digas Misa por mí”. A lo cual respondió, humildemente, el Religioso: “La copiosísima sangre derramada por Jesucristo, te sea un alivio. No te la puedo aplicar en la santa Misa, porque soy hebdomadario, y además hoy es domingo y no se dice Misa de difuntos”.
“¡Oh, Padre!, dijo él, ven y verás si es razón que tan inhumanamente respondas a la multitud de almas afligidas que me enviaron a ti”. Y llevado a un vasto campo, vio una innumerable multitud de almas que con lágrimas le gritaban: “Padre, ten piedad de nosotras… esperamos socorro de ti. Que si tú ofreces el Santo Sacrificio, nos veremos libres de los tormentos que nos devoran”.
Despertó el Santo movido a gran compasión y lágrimas, e hizo oración a Nuestro Señor Jesucristo por aquellas almas. Al amanecer del día siguiente, fuese al Superior, y postrándose a sus pies, rogóle con llanto y ferviente ruegos le exoneraste del cargo de hebdomadario, a fin de que pudiese celebrar una semana entera la Misa de difuntos. Alcanzó el Santo lo que deseaba.
Pasada la semana, se le apareció de nuevo el alma de Pelegrín, y le dio las gracias de lo que por las almas había hecho, afirmando que una buena parte de aquella multitud que había visto, estaba libre de las penas el Purgatorio y gozaba ya de la presencia de Dios en el cielo, por la misericordia divina, sus santos Sacrificios y fervorosas oraciones.
(Lorenzo Surio. Vida de San Nicolás de Tolentino.
A 10 de septiembre.)
P. Manuel Traval y Roset