Monseñor Lefebvre responde a los argumentos teológicos de Don Gérard desarrollados en su declaración publicada por el Diario Présent el 18 de agosto de 1988 y demuestra la debilidad de los mismos.
(fuente: Fideliter N° 66. Noviembre-diciembre de 1988).
Mis queridos amigos,
Pienso que ustedes, que están ahora en el Ministerio y que quisieron conservar la Tradición, tienen la voluntad de ser sacerdotes como siempre, como lo fueron los santos sacerdotes de antes, todos los santos párrocos y los santos sacerdotes que nosotros mismos pudimos conocer en las parroquias. Ustedes continúan y representan de verdad la Iglesia, la Iglesia Católica. Creo que es necesario convencerse de esto: ustedes representan de verdad la Iglesia Católica. La Iglesia Visible. No que no haya Iglesia fuera nosotros; no se trata de eso. Pero este último tiempo, se nos ha dicho que era necesario que la Tradición entrase en la Iglesia visible. Pienso que se comete allí un error muy, muy grave. ¿Dónde está la Iglesia visible? La Iglesia visible se reconoce por las señales que siempre ha dado para su visibilidad: es una, santa, católica y apostólica.
Les pregunto: ¿dónde están las verdaderas notas de la Iglesia? ¿Están más en la Iglesia oficial (no se trata de la Iglesia visible, se trata de la Iglesia oficial) o en nosotros, en lo que representamos, lo que somos? Queda claro que somos nosotros quienes conservamos la unidad de la fe, que desapareció de la Iglesia oficial. Un obispo cree en esto, el otro no; la fe es distinta, sus catecismos abominables contienen herejías. ¿Dónde está la unidad de la fe en Roma? ¿Dónde está la unidad de la fe en el mundo? Está en nosotros, quienes la conservamos.
La unidad de la fe realizada en el mundo entero es la catolicidad. Ahora bien, esta unidad de la fe en todo el mundo no existe ya, no hay pues más de catolicidad prácticamente. Habrá pronto tantas Iglesias Católicas como obispos y diócesis. Cada uno tiene su manera de ver, de pensar, de predicar, de hacer su catecismo. No hay más catolicidad. ¿La apostolicidad? Rompieron con el pasado. Si hicieron algo, bien es eso. No quieren saber más del pasado antes del Concilio Vaticano II.
Vean el Motu Proprio del Papa que nos condena, dice bien: “la Tradición viva, esto es Vaticano II”. No es necesario referirse a antes del Vaticano II, eso no significa nada. La Iglesia lleva la Tradición con ella de siglo en siglo. Lo que pasó, pasó, desapareció. Toda la Tradición se encuentra en la Iglesia de hoy. ¿Cuál es esta Tradición? ¿A que está vinculada? ¿Cómo está vinculada con el pasado? Es lo que les permite decir lo contrario de lo que se dijo antes, pretendiendo, al mismo tiempo, guardar por sí solos la Tradición. Es lo que nos pide el Papa: someternos a la Tradición viva. Tendríamos un mal concepto de la Tradición, porque para ellos es viva y, en consecuencia, evolutiva. Pero, es el error modernista: el santo Papa Pió X, en la encíclica “Pascendi”, condena estos términos de “tradición viva”, de “Iglesia viva”, de “fe viva”, etc., en el sentido que los modernistas lo entienden, es decir, de la evolución que depende de las circunstancias históricas. La verdad de la Revelación, la explicación de la Revelación, dependerían de las circunstancias históricas.
La apostolicidad: nosotros estamos unidos a los Apóstoles por la autoridad. Mi sacerdocio me viene de los Apóstoles; vuestro sacerdocio les viene de los Apóstoles. Somos los hijos de los que nos dieron el episcopado. Mi episcopado desciende del santo Papa Pío V y por él nos remontamos a los Apóstoles. En cuanto a la apostolicidad de la fe, creemos la misma fe que los Apóstoles. No cambiamos nada y no queremos cambiar nada. Y luego, la santidad. No vamos a hacernos cumplidos o alabanzas. Si no queremos considerarnos a nosotros mismos, consideremos a los otros y consideremos los frutos de nuestro apostolado, los frutos de las vocaciones, de nuestras religiosas, de los religiosos y también en las familias cristianas. De buenas y santas familias cristianas germinan gracias a vuestro apostolado. Es un hecho, nadie lo niega. Incluso nuestros visitantes progresistas de Roma constataron bien la buena calidad de nuestro trabajo. Cuando Mgr Perl decía a las hermanas de Saint Pré y a las hermanas de Fanjeaux que es sobre bases como esas que será necesario reconstruir la Iglesia, no es, a pesar de todo, un pequeño cumplido. Todo eso pone de manifiesto que somos nosotros quienes tenemos las notas de la Iglesia visible. Si hay aún una visibilidad de la Iglesia hoy, es gracias ustedes. Estas señales no se encuentran ya en los otros. No hay ya en ellos la unidad de la fe; ahora bien es la fe que es la base de toda visibilidad de la Iglesia. La catolicidad, es la fe una en el espacio. La apostolicidad, es la fe una en el tiempo. La santidad, es el fruto de la fe, que se concreta en las almas por la gracia del Buen Dios, por la gracia de los Sacramentos. Es totalmente falso considerarnos como si no formáramos parte de la Iglesia visible. Es increíble.
Es la Iglesia oficial la que nos rechaza; pero no somos nosotros quienes rechazamos la Iglesia, bien lejos de eso. Al contrario, siempre estamos unidos a la Iglesia Romana e incluso al Papa por supuesto, al sucesor de Pedro. Pienso que es necesario que tengamos esta convicción para no caer en los errores que están extendiéndose ahora. ¿Salir de la Iglesia?
Por supuesto, se podrá objetársenos: ¿”Es necesario, obligatoriamente, salir de la Iglesia visible para no perder el alma, salir de la sociedad de los fieles unidos al Papa”? No somos nosotros, sino los modernistas quienes salen de la Iglesia. En cuanto a decir “salir de la Iglesia VISIBLE”, es equivocarse asimilando Iglesia oficial a la Iglesia visible. Nosotros pertenecemos bien a la Iglesia visible, a la sociedad de fieles bajo la autoridad del Papa, ya que no rechazamos la autoridad del Papa, sino lo que él hace. Reconocemos bien al Papa a su autoridad, pero cuando se sirve de ella para hacer lo contrario de aquello para lo cual se le ha dado, está claro que no se puede seguirlo.
¿Salir, por lo tanto, de la Iglesia oficial? En cierta medida, ¡sí!, obviamente. Todo el libro del Sr. Madiran “La Herejía del Siglo XX” es la historia de la herejía de los obispos. Es necesario, pues, salir de este medio de los obispos, si no se quiere perder el alma. Pero eso no basta, ya que es en Roma donde se instala la herejía. Si los obispos son herejes (incluso sin tomar este término en el sentido y con las consecuencias canónicas), no es sin la influencia de Roma. Si nos alejamos de esta gente, es absolutamente de la misma manera que con las personas que tienen el SIDA. No se tiene deseo de contraerlo. Ahora bien, tienen el SIDA espiritual, enfermedades contagiosas. Si se quiere guardar la salud, es necesario no ir con ellos.
¡Sí!, el liberalismo y el modernismo se introdujeron en el Concilio y dentro de la Iglesia. Son ideas revolucionarias; y la Revolución, que se encontraba en la sociedad civil, pasó a la Iglesia. El cardenal Ratzinger, por otra parte, no lo oculta: adoptaron ideas, no de Iglesia, sino del mundo y consideran un deber hacerlas entrar en la Iglesia. Ahora bien, las autoridades no cambiaron de una iota sus ideas sobre el Concilio, el liberalismo y el modernismo. Son anti-tradición, anti la Tradición tal como debe entenderse y como la Iglesia lo comprende. Eso no entra en su concepción. El suyo es un concepto evolutivo. Están, pues, en contra de esta Tradición fija, en la cual nos mantenemos. Consideramos que todo lo que nos enseña el catecismo nos viene de Nuestro Señor y de los Apóstoles, y que no hay nada que cambiar.
Para ellos, no, todo eso evoluciona y evolucionó con Vaticano II. El término actual de la evolución es Vaticano II. Esta es la razón por la que no podemos vincularnos con Roma. Suceda lo que suceda, debemos seguir como lo hemos hecho, y el Buen Dios nos muestra que siguiendo esta vía, cumplimos con nuestro deber. No negamos la Iglesia Romana. No negamos su existencia, pero no podemos seguir sus directivas. No podemos seguir los principios del Concilio. No podemos vincularnos. Me di cuenta de esta voluntad de Roma de imponernos sus ideas y su manera de ver. El cardenal Ratzinger me decía siempre: “Pero Monseñor, sólo hay una Iglesia, no es necesario hacer una Iglesia paralela”.
¿Cuál es esta Iglesia para él? La Iglesia conciliar, queda claro. Cuando nos dijo explícitamente: “Obviamente, si se les concede este protocolo, algunos privilegios, deberán aceptar también lo que hacemos; y por lo tanto, en la iglesia Saint-Nicolas-du-Chardonnet será necesario decir una nueva misa también todos los domingos”… Ustedes ven que quería traernos a la Iglesia conciliar. No es posible, ya que queda claro que quieren imponernos estas novedades para terminar con la Tradición. No conceden nada por aprecio de la liturgia tradicional, sino simplemente para engañar a aquellos a quienes lo dan y para disminuir nuestra resistencia; insertar una cuña en el bloque tradicional para destruirlo. Es su política, su táctica consciente. No se equivocan, y ustedes conocen las presiones que ejercen…
Entrevista de Mons. Lefebvre un año después de las consagraciones.
(Amplios extractos de la conferencia dada por S. Exc. Mons. Lefebvre, Ecône el 9 de septiembre de 1988, después del Retiro sacerdotal.)
Fuente: Ut Fideles Inveniatur