AD.- El proceso de cambio que vive Occidente se ha visto reflejado en Barcelona en las últimas horas. Las élites globalistas luchan para contener la indignación popular con grandes dosis de osopeluchismo y manipulación informativa. Para evitar ocultar la relación directa entre el islamismo y los terroristas de Cataluña, los medios a la carta han adulterado el lenguaje con tal descaro que en pocas crónicas se acentúa la militancia islámica de los terroristas. Se habla de atropello y no de masacre. Se habla de terrorismo internacional y no de terrorismo islámico. Se ordena congelar las imágenes sobre víctimas mortales, algunas de ellas niños, cuando nos restregaron durante días la del cadáver del niño Aylan Kurdi en una playa de Turquía. Todo ello con el único objetivo de no despertar la conciencia largamente anestesiada de los ciudadanos.
Nosotros, sin embargo, nos debemos a la verdad libre de cargas. Sabíamos que tarde o temprano iba a ocurrir. A nadie se le escapaba que las políticas barrosas del buenismo multicultural y el #RefugiadosBienvenidos nos traerían lodos como el de ayer. El atentado de las Ramblas tiene unos autores materiales, pero también unos responsables encubiertos, que en ningún caso serán capaces de admitir sus errores ni asumir responsabilidades por los mismos. Continuarán como hasta ahora. Nos contarán la misma palinodia de siempre sobre las virtudes pacificadoras del islam. Abstraerán a la gente del drama provocado con ridículas ceremonias de exaltación del osopeluchismo. Fingirán estar unidos ante el dolor de las víctimas inocentes y esperarán a que pasen los días de obligado arrobamiento y dolor para que la gente vuelva a sus cuitas formales. Ya se sabe, el fichaje de Coutinho, el buen momento del Madrid y las últimas nuevas de Sálvame. Al cabo de una o dos semanas, los sucesos de Barcelona se habrán desvanecido de la psique colectiva y todo volverá a su primitivo cauce hasta la siguiente desbordante riada.
El peor homenaje a las víctimas de ayer es que nadie parezca dispuesto a revertir la situación para que al menos sus muertes no hayan sido en vano. Desde los que invitan a abrir nuestras fronteras a todo el mundo, sin ningún tipo de control, hasta los que promueven la multiculturalidad como norma fundamental del Estado. Nada cambiará. Caso aparte merecen las autoridades de Barcelona y los Mossos, que se negaron a seguir las recomendaciones para la instalación de bolardos y otras protecciones de las calles más turísticas de la ciudad condal, para evitar precisamente desastres como el de ayer y otros que han sucedido en Europa. Y ello porque las recomendaciones procedían de la Guardia Civil española. Si los sectarios mandos políticos de los Mossos conservasen un átomo de vergüenza y dignidad, tendrían que haber pedido perdón a los familiares de las víctimas.
Sin embargo, unos y otros seguirán preocupados más en combatir la islamofobia que a los potenciales islamistas, evitando que un pensamiento de disidencia vertebre a la población. AD, fiel a su compromiso con la realidad real y no con la oficial, ha sostenido siempre que Europa no tiene un problema con el terrorismo. El problema que tiene Europa es con el islam, base y sustento de los terroristas. Oponerse a culturas y credos completamente ajenos a nuestras patrias y nuestra identidad colectiva no es islamofobia. Es tratar de evitar acontecimientos tan trágicos como el de ayer en Barcelona. Y que la imagen del pequeño muerto en las Ramblas tenga el mismo valor periodístico y político que la del niño Aylan Kurdi.
Fuente: alerta digital