Momentos después de haber llegado a Cova de Iría, junto a la encina, entre numerosa multitud del pueblo, estando rezando el rosario, vimos el reflejo de la acostumbrada luz y en seguida a Nuestra Señora sobre la encina.
— Usted ¿qué me quiere?
—Quiero que vengáis aquí el día 13 del mes que viene; que continuéis rezando el Rosario todos los días, en honor de Nuestra Señora del Rosario, para obtener la paz de mundo y el fin de la guerra, porque sólo Ella lo puede conseguir.
—Quería pedirle que nos diga quién es; que haga un milagro para que todos crean que Vd. nos aparece.
—Continuad viniendo aquí todos los meses. En octubre diré quién soy y lo que quiero y haré un milagro que todos han de ver para creer.
Aquí hice algunas peticiones que no recuerdo bien cuales fueron. Lo que me acuerdo es que Nuestra Señora dijo que era preciso rezar el rosario para alcanzar las gracias durante el año y continuó:
—Sacrificaos por los pecadores y decid muchas veces, en especial cuando hiciereis algún sacrificio: "Oh Jesús, es por tu amor, por la conversión de los pecadores y en reparación por los pecados cometidos contra el Inmaculado Corazón de María."
Al decir estas últimas palabras, abrió de nuevo las manos como en los meses pasados. El reflejo parecía penetrar en la tierra, y vimos como un mar de fuego: sumergidos en este fuego, los demonios y las almas, como si fuesen brasas transparentes y negras o bronceadas, con forma humana, que fluctuaban en el incendio, llevadas de las llamas que de las mismas salían juntamente con nubes de humo, cayendo hacia todos los lados, semejante al caer de pavesas en los grandes incendios, sin peso ni equilibrio, entre gritos y gemidos de dolor y desesperación, que horrorizaban y hacían estremecer de pavor. (Debe haber sido a la vista de esto que di aquel "ay", que dicen haberme oído.) Los demonios se distinguían por sus formas horribles y asquerosas de animales espantosos y desconocidos, pero transparentes como negros carbones en brasa.
Asustados y como para pedir socorro, levantamos la vista hacia Nuestra Señora que nos dijo entre bondad y tristeza:
—Habéis visto el infierno, adonde van las almas de los pobres pecadores. Para salvarlas, Dios quiere establecer en el mundo la devoción a mi Inmaculado Corazón. Si hicieran lo que os digo se salvarán muchas almas y tendrán paz. La guerra va a terminar. Pero si no dejaran de ofender a Dios, en el reinado de Pío XI comenzará otra peor. Cuando viereis una noche alumbrada por una luz desconocida, sabed que es la señal que Dios os da de que va a castigar al mundo por sus crímenes por medio de la guerra, del hambre y de persecuciones de la Iglesia y del Santo Padre.
—Para impedirlo, vendré a pedir la consagración de Rusia a mi Inmaculado Corazón y la comunión reparadora de los primeros sábados. Si atendieran mis peticiones, Rusia se convertirá y habrá paz. Si no, esparcirá sus errores por el mundo, promoviendo guerras y persecuciones de la Iglesia. Los buenos serán martirizados; el Santo Padre tendrá que sufrir mucho; varias naciones serán aniquiladas. Por fin mi Inmaculado Corazón triunfará. El Santo Padre me consagrará Rusia, que se convertirá y será concedido al mundo algún tiempo de paz. En Portugal se conservará siempre el dogma de la fe,. etc... Esto no lo digáis a nadie. A Francisco sí, se lo podéis decir.
—Cuando rezareis el Rosario decid después de cada misterio: ¡Oh Jesús mío, perdónanos, líbranos del fuego del infierno, lleva todas las almas al Cielo, principalmente las más necesitadas! Seguía un instante de silencio, y pregunté:
—Usted ¿no me quiere nada más?
—No. Hoy no te quiero nada más. Y como de costumbre, comenzó a elevarse en dirección al saliente, hasta desaparecer en la inmensa distancia del firmamento.
Memorias de Lucía
Ediciones "Sol de Fátima"
(Imagen tomada de Ediciones Magníficat-Canadá)