Testamento que hizo Cristo nuestro Salvador,
orando a su Eterno Padre en la cruz.
orando a su Eterno Padre en la cruz.
1401. Enarbolado el madero de la Cruz Santa en el
monte Calvario con el Verbo humanado que estaba
crucificado en ella, antes de hablar ninguna de las siete
palabras, habló con su Eterno Padre interiormente y dijo:
Padre mío y Dios eterno, yo te confieso y te engrandezco
desde este árbol de mi cruz y te alabo con el sacrificio de
mis dolores, pasión y muerte, porque con la unión
hipostática de la naturaleza divina levantaste mi
humanidad a la suprema dignidad de ser Cristo, Dioshombre,
ungido con tu misma divinidad. Confiésote por la
plenitud de dones posibles de gracia y gloria que desde el instante de mi Encarnación comunicaste a mi
humanidad, y porque para la eternidad desde aquel
punto me diste el pleno dominio universal de todas las
criaturas en el orden de gracia y de naturaleza, me
hiciste Señor de los cielos y de los elementos, del sol,
luna y estrellas, del fuego, del aire, de la tierra y de los
mares y de todas las criaturas sensibles e insensibles que
en ellos viven, de la disposición de los tiempos, de los
días y las noches, dándome señorío y potestad sobre
todo, a mi voluntad y disposición; y porque me hiciste
Cabeza y Rey, Señor de todos los Ángeles y de los
hombres, para que los gobierne y mande, para que
premie a los buenos y castigue a los malos; y para todo
me diste la potestad y llaves del abismo, desde el
supremo cielo hasta el profundo de las cavernas
infernales; y porque pusiste en mis manos la justificación
eterna de los hombres, sus imperios, reinos y principados,
a los grandes y pequeños, a los pobres y a los ricos; y de
todos los que son capaces de tu gracia y gloria me hiciste
Justificador, Redentor y Glorificador universal de todo el
linaje humano, Señor de la muerte y de la vida, de todos
los nacidos, de la Iglesia Santa y sus tesoros, de las
Escrituras, misterios y sacramentos, auxilios, leyes y
dones de la gracia; todo lo pusiste, Padre mío, en mis
manos y lo subordinaste a mi voluntad y disposición, y por
esto te alabo y engrandezco, te confieso y magnifico.
1402. Ahora, Señor y Padre Eterno, cuando vuelvo de
este mundo a tu diestra por medio de mi muerte de cruz,
y con ella y mi pasión dejo cumplida la Redención de los
hombres que me encomendaste, quiero, Dios mío, que
la misma cruz sea el tribunal de nuestra justicia y
misericordia; y estando clavado en ella quiero juzgar a
los mismos por quien doy la vida, y justificando mi causa
quiero dispensar y disponer de los tesoros de mi venida
al mundo y de mi pasión y muerte, para que desde ahora
quede establecido el galardón que a cada uno de los justos o réprobos le pertenece, conforme a sus obras con
que me hubieren amado o aborrecido. A todos los
mortales he buscado y llamado a mi amistad y gracia, y
desde el instante que tomé carne humana, sin cesar he
trabajado por ellos: he padecido molestias, fatigas,
afrentas, ignominias, oprobios, azotes, corona de espinas,
y padezco muerte acerbísima de cruz; he rogado por
todos a tu inmensa piedad, he orado con vigilias,
ayunado y peregrinado, enseñándoles el camino de la
eterna vida; y cuanto es de mi parte y de mi voluntad,
para todos la quiero, como para todos la he merecido, sin
exceptuar ni excluir alguno, y para todos he puesto y
fabricado la ley de gracia, y siempre la Iglesia, donde
fueren salvos, será estable y permanente.
1403. Pero con nuestra ciencia y previsión conocemos,
Dios y Padre mío, que por la malicia y rebeldía de los
hombres no todos quieren nuestra salvación eterna, ni
valerse de nuestra misericordia y del camino que yo les
he abierto con mi vida, obras y muerte, sino que quieren
seguir sus pecados hasta la perdición. Justo eres, Señor y
Padre mío, y rectísimos son tus juicios, y justo es que,
pues me hiciste juez de los vivos y muertos, entre los
buenos y malos, dé a los justos el premio de haberme
servido y seguido y a los pecadores el castigo de su
perversa obstinación, y aquéllos tengan parte conmigo
de mis bienes y estos otros sean privados de mi
herencia, pues ellos no la quisieron admitir. Ahora, pues,
Eterno Padre mío, en tu nombre y mío, engrandeciéndote,
dispongo por mi última voluntad humana, que es
conforme a la tuya eterna y divina, y quiero que en
primer lugar sea nombrada mi purísima Madre, que me
dio el ser humano, porque la constituyo por mi heredera
única y universal de todos los bienes de naturaleza,
gracia y gloria, que son míos, para que ella sea Señora
con dominio pleno de todos; y los que ella en sí puede
recibir de la gracia, siendo pura criatura, todos se los concedo con efecto, y los de gloria se los prometo para su
tiempo; y quiero que los Ángeles y los hombres sean
suyos, y que en ellos tenga entero dominio y señorío, que
todos la obedezcan y sirvan; y los demonios la teman y le
estén sujetos, y lo mismo hagan todas las criaturas
irracionales, los cielos, astros y planetas, los elementos, y
todos los vivientes, aves, peces y animales que en ellos se
contienen; de todo la hago Señora, para que todos la
glorifiquen conmigo; y quiero asimismo que ella sea
depositaría y dispensadora de todos los bienes que se
encierran en los cielos y en la tierra; lo que ella ordenare
y dispusiere en la Iglesia con mis hijos los hombres, será
confirmado en el cielo por las tres divinas personas, y
todo lo que pidiere para los mortales ahora, después y
siempre, lo concederemos a su voluntad y disposición. A los Ángeles que obedecieron tu voluntad santa
y justa, declaro que les pertenece el supremo cielo por
habitación propia y eterna, y en ella el gozo de la visión
clara y fruición de nuestra divinidad; y quiero que la
gocen en posesión interminable y en nuestra amistad y
compañía; y les mando que reconozcan por su legítima
Reina y Señora a mi Madre y la sirvan, acompañen y
asistan, la lleven en sus manos en todo lugar y tiempo,
obedeciendo a su imperio y a todo lo que les quisiere
mandar y ordenar. A los demonios, como rebeldes a
nuestra voluntad perfecta y santa, los arrojo y aparto de
nuestra vista y compañía, de nuevo los condeno a nuestro
aborrecimiento y privación eterna de nuestra amistad y
gloria y de la vista de mi Madre y de los santos y justos
mis amigos; y les determino y señalo por habitación
sempiterna el lugar más distante de nuestro real trono,
que serán para ellos las cavernas infernales, el centro de
la tierra, con privación de luz y horror de sensibles
tinieblas; y declaro que ésta es su parte y herencia
elegida por su soberbia y obstinación, con que se
levantaron contra el ser divino y sus órdenes; y en aquellos calabozos de oscuridad sean atormentados con
eterno fuego inextinguible.
1405. De toda la humana naturaleza con la plenitud de
toda mi voluntad llamo y elijo y entresaco a todos los
justos y predestinados que por mi gracia e imitación han
de ser salvos, cumpliendo mi voluntad y obedeciendo a
mi santa ley. A éstos en primer lugar, después de mi
Madre purísima, los nombro por herederos de todas mis
promesas y misterios, bendiciones y tesoros de mis
sacramentos y secretos de mis Escrituras, como en ellas
están encerrados; de mi humildad y mansedumbre de
corazón; de las virtudes, fe, esperanza y caridad; de la
prudencia, justicia, fortaleza y templanza; de mis divinos
dones y favores; de mi cruz, trabajos, oprobios y
desprecios, pobreza y desnudez. Esta sea su parte y su
herencia en la vida presente y mortal, y porque ellos con
el bien obrar la han de elegir, para que lo hagan y con
alegría, se la señalo por prenda de mi amistad, porque
yo la elegí para mí mismo. Y les ofrezco mi protección y
defensa, mis inspiraciones santas, mis favores y
auxilios poderosos, mis dones y justificación, según su
disposición y amor; que para ellos seré padre, hermano y
amigo, y ellos serán mis hijos, mis electos y carísimos, y
como a tales hijos los nombro por herederos de todos mis
merecimientos y tesoros, sin limitación alguna de mi
parte. Y quiero que de mi Santa Iglesia y Sacramentos
participen y reciban cuanto de ellos se dispusieren a
recibir, y que puedan recuperar la gracia y bienes, si la
perdieren, y volver a mi amistad, renovados y lavados
ampliamente con mi sangre; y que para todo les valga la
intercesión de mi Madre y de mis Santos, y que ella los
reconozca por hijos y los ampare y tenga por suyos; que
mis Ángeles los defiendan, los guíen, patrocinen y los
traigan en las palmas para que no tropiecen, y si cayeren
les den favor para levantarse.
1406. Y quiero asimismo que estos mis justos y
escogidos sean superiores en excelencia a los réprobos y
a los demonios, y que los teman y se les sujeten mis
enemigos, y que todas las criaturas racionales e
irracionales los sirvan; que los cielos y planetas, los
astros y sus influencias los conserven y den vida con
sus influjos; la tierra y elementos y todos sus animales
los sustenten; todas las criaturas que son mías y me
sirven, sean suyas y les sirvan como a mis hijos y amigos;
y sea su bendición en el rocío del cielo y grosura de la
tierra. Quiero también tener con ellos mis delicias,
comunicarles mis secretos, conversar íntimamente y vivir
con ellos en la Iglesia militante debajo de las especies
de pan y vino, en arras y prendas infalibles de la eterna
felicidad y gloria que les prometo, y de ella les hago
participantes y herederos, para que conmigo la gocen en
el cielo en posesión perpetua y gozo inamisible.
1407. A los prescitos y reprobados, por su propia culpa, de nuestra voluntad [Dios quiere sinceramente que todos se salven y a todos da gracia suficiente], aunque fueron criados para otro más alto fin, les permito que su parte y herencia en esta vida mortal sea la concupiscencia de la carne y de los ojos y la soberbia con todos sus efectos, y que coman y sean saciados de la arena de la tierra, que son sus riquezas, y del humo y corrupción de la carne y sus deleites, de la vanidad y presunción mundana. Por adquirir esta posesión han trabajado y en esta diligencia emplearon su voluntad y sus sentidos, a ella convirtieron sus potencias y los dones y beneficios que les dimos, y ellos mismos han hecho voluntaria elección del engaño, aborreciendo la verdad que yo les enseñé en mi ley santa. Renunciaron la que yo escribí en sus mismos corazones y la que les inspiró mi gracia, despreciaron mi doctrina y beneficios, oyeron a mis enemigos y suyos propios, admitieron sus engaños, amaron la vanidad, obraron las injusticias, siguieron la ambición, deleitáronse en la venganza, persiguieron a los pobres, humillaron a los justos, baldonaron de los sencillos e inocentes, apetecieron su propia exaltación y desearon levantarse sobre los cedros del Líbano en la ley de la injusticia que guardaron.
1408. Y porque todo esto lo hicieron contra la bondad de nuestra divinidad y permanecieron obstinados en su malicia, renunciando el derecho de hijos que yo les he adquirido, los desheredo de mi amistad y gloria; y como San Abrahán apartó de sí a los hijos de las esclavas con algunos dones y reservó su principal hacienda para Isaac, el hijo de la libre Sara, así yo desvío a los prescitos de mi herencia con los bienes transitorios y terrenos que ellos mismos escogieron y, apartándolos de nuestra compañía y de mi Madre y la de los Ángeles y Santos, los condeno a las eternas cárceles y fuego del infierno en compañía de Lucifer y sus demonios, a quien de voluntad sirvieron, y los privo por nuestra eternidad de la esperanza del remedio. Esta es, Padre mío, la sentencia que pronuncio como juez y cabeza de los hombres y los ángeles y el testamento que dispongo para mi muerte y efecto de la Redención humana, remunerando a cada uno lo que de justicia le pertenece, conforme a sus obras y al decreto de tu incomprensible sabiduría, con la equidad de tu rectísima justicia.—Hasta aquí habló Cristo Salvador nuestro en la Cruz con su Eterno Padre, y quedó este misterio y sacramento sellado y guardado en el corazón de María santísima, como testamento oculto y cerrado, para que por su intercesión y disposición a su tiempo y desde luego se ejecutase en la Iglesia, como hasta entonces se había comenzado a ejecutar por la ciencia y previsión divina, donde todo lo pasado y lo futuro está junto y presente.
1407. A los prescitos y reprobados, por su propia culpa, de nuestra voluntad [Dios quiere sinceramente que todos se salven y a todos da gracia suficiente], aunque fueron criados para otro más alto fin, les permito que su parte y herencia en esta vida mortal sea la concupiscencia de la carne y de los ojos y la soberbia con todos sus efectos, y que coman y sean saciados de la arena de la tierra, que son sus riquezas, y del humo y corrupción de la carne y sus deleites, de la vanidad y presunción mundana. Por adquirir esta posesión han trabajado y en esta diligencia emplearon su voluntad y sus sentidos, a ella convirtieron sus potencias y los dones y beneficios que les dimos, y ellos mismos han hecho voluntaria elección del engaño, aborreciendo la verdad que yo les enseñé en mi ley santa. Renunciaron la que yo escribí en sus mismos corazones y la que les inspiró mi gracia, despreciaron mi doctrina y beneficios, oyeron a mis enemigos y suyos propios, admitieron sus engaños, amaron la vanidad, obraron las injusticias, siguieron la ambición, deleitáronse en la venganza, persiguieron a los pobres, humillaron a los justos, baldonaron de los sencillos e inocentes, apetecieron su propia exaltación y desearon levantarse sobre los cedros del Líbano en la ley de la injusticia que guardaron.
1408. Y porque todo esto lo hicieron contra la bondad de nuestra divinidad y permanecieron obstinados en su malicia, renunciando el derecho de hijos que yo les he adquirido, los desheredo de mi amistad y gloria; y como San Abrahán apartó de sí a los hijos de las esclavas con algunos dones y reservó su principal hacienda para Isaac, el hijo de la libre Sara, así yo desvío a los prescitos de mi herencia con los bienes transitorios y terrenos que ellos mismos escogieron y, apartándolos de nuestra compañía y de mi Madre y la de los Ángeles y Santos, los condeno a las eternas cárceles y fuego del infierno en compañía de Lucifer y sus demonios, a quien de voluntad sirvieron, y los privo por nuestra eternidad de la esperanza del remedio. Esta es, Padre mío, la sentencia que pronuncio como juez y cabeza de los hombres y los ángeles y el testamento que dispongo para mi muerte y efecto de la Redención humana, remunerando a cada uno lo que de justicia le pertenece, conforme a sus obras y al decreto de tu incomprensible sabiduría, con la equidad de tu rectísima justicia.—Hasta aquí habló Cristo Salvador nuestro en la Cruz con su Eterno Padre, y quedó este misterio y sacramento sellado y guardado en el corazón de María santísima, como testamento oculto y cerrado, para que por su intercesión y disposición a su tiempo y desde luego se ejecutase en la Iglesia, como hasta entonces se había comenzado a ejecutar por la ciencia y previsión divina, donde todo lo pasado y lo futuro está junto y presente.
MISTICA CIUDAD DE DIOS
VIDA DE LA VIRGEN MARÍA
Venerable María de Jesús de Agreda
Libro VI, Cap. 22