SONRISA DE UN ÁNGEL
Año 1287, Wesel Alemania
Werner, era un hermoso niño de rostro angelical y mirada de cielo. El encanto de la inocencia se refleja en todo su aspecto; y sobre sus labios vagueaba siempre una dulce sonrisa.
Huérfano de padre y casada su madre en segundas nupcias con un hombre, cruel e iracundo, que le maltrataba sin piedad, se vio precisado, contando solo catorce años, a huir del hogar doméstico para sustraerse a la implacable cólera de aquel corazón de tigre.
Y el pobrecito niño huyó errante, por entre espesos bosques que se extienden desde Baccarac a Saint Wendelin, en la baja Alemania. ¡Solo!... No llevando consigo más que los cristianos consejos que le había dado su amorosa madre, y el candor que reflejaba su mirada azul y profunda como el profundo azul de los cielos.
¡Dios sabe cuánto padeció el pobre niño en su trabajoso camino!
Sin embargo, nada era capaz de arredrarle, ni de entristecerle.
Ah! Y ¿por qué ponerse triste si acababa de hacer la primera Comunión?..., ¿si había hospedado al mismo Señor de cielos y tierra dentro de su alma?
Cuando en medio del cansancio y del hambre que con frecuencia le hostigaba, se sentía el pobrecito desmayar, entonces pensaba en que de nuevo podría recibir el Pan de vida, a su amado Jesús, y jadeante y escuálido, aun se sonreía, se alegraba y animoso proseguía su camino.
Llegó, por fin, a Wesel, término de su viaje, radiante de jubilo, y se fue al punto hacia una iglesia, ávido de satisfacer sus más puras ansias.
Logrólo, en efecto, y Werner, falto de comida, de albergue y, sobre todo, de padres, al recibir a Jesús Sacramentado dentro de su pecho, lloró, sí, pero sus lagrimas fueron de alegría; suspiró..., pero con suspiros de ardentísimo amor.
No en vano consolaba Dios a su fidelísimo siervo de modo tan extraordinario.
Algunos judíos que, próximos ya a su Pascua. buscaban con avidez una víctima cristiana para hacerla pasto de su odio eterno al Mesías, se incautaron de el con el aparente objeto de darle trabajo en su casa.
La inocencia es incapaz de suponer en otros el crimen.
El niño no dudó entregarse en brazos de aquellos que al parecer, intentaban favorecerle. ¡Ah! El, con tal de poder recibir a su buen Jesús en el Sacramento de Amor, ya se creía feliz; por lo demás, un poco de pan duro y unas cuantas pajas por lecho le bastaba para pasar cómodamente la vida.
La trama estaba urdida. El más horroroso crimen se va ya a consumar.
Sabedores que Werner había recibido aquella
mañana la sagrada Eucaristía, creyeron torpemente que podrían apoderarse de Jesús Sacramentado, y el pobre niño fue conducido a la casa de aquellos malvados judíos para no salir ya más de allí, sino despedazado, por confesar a Cristo en la Hostia sacrosanta.
En efecto: entrada ya la noche, ruidos siniestros vinieron a turbar su apacible sueño.
Dos o tres hombres de figura horrible, alumbrados ténuamente por una linterna, bajaron al obscuro cuarto donde él estaba, para arrancar de su pecho el Tesoro de los cielos que por la mañana recibiera.
—¡Imposible! —contesta el niño apenas despierto, con una energía que revelaba al mártir.
—¡Imposible!
¡Pues será a la fuerza! —gritó, con rabia, una de aquellas terribles sombras.
Y el niño, hincándose de rodillas ante ellos con la sonrisa en los labios y la mirada en el cielo, exclamó:
—¡Antes, morir despedazado!
El tormento no se hizo esperar. Desgarraron con azotes su cuerpo virginal; lo colgaron cabeza abajo; lo acuchillaron, lo trituraron. Y en medio de tantos tormentos el niño, ya moribundo, sólo repetía estas palabras: "El Señor que hoy he recibido en mi corazón es el mismo a quien vosotros crucificasteis... Es el Mesías... Es Dios... Le amo y por eso muero".
Y poco después murió; pero sonriente.., con los brazos en forma de cruz... con la vista fija en el cielo, perdonando a sus crueles enemigos.
Dios volvió por su fidelísimo siervo. Protegidos por la obscuridad de la noche, salen aquellos pérfidos judíos con el cuerpo del santo mártir, y tomando una barca procuran remontar el Rhin, para ocultar entre las olas la víctima de su crimen. Pero ¡oh prodigio! el mutilado cuerpo en lugar de sumergirse flota sobre las aguas. Con palos y piedras intentan durante varias horas hundirlo. Todo en vano.
Entretanto los rojizos resplandores del alba anunciaban el nuevo día. ¿Que hacer?... Arrebatan el santo cadáver, y saltando en tierra lo arrojan con grande ira dentro de un pozo, profundo.
La impunidad parecía triunfar. Sin embargo, la justicia de Dios se cernía sobre sus cabezas, y no tardó en descargar sobre ellas.
Una luz vivísima se vio salir al punto del mencionado pozo. Acude la gente, descúbrese la causa, y con gran pompa es extraído el cuerpo del santo mártir para darle gloriosa sepultura.
Los judíos sufrieron su merecida pena.
El angelical Werner es Santo, y su nombre figura entre los más finos amantes de Jesús Sacramentado.
(Bolandistas, Acta Sanctorum, día 19 de abril. —Padre
Constant, O. P., Les Juifs devant l'Eglise et l'Histoire.)
P. Manuel Traval y Roset