LA FURIA DE UN JUDIO
Año 1290, París Francia
En París, calle de los Jardines, hoy de las Billetes, sucedió, bajo el reinado de Felipe el Hermoso, que apremiada una cristiana por la necesidad, empeñó sus mejores prendas de vestir en casa de un judío llamado Jonatás.
Acercándose el tiempo de cumplir con el precepto Pascual, y queriendo ella comulgar, rogó al usurero tuviese a bien entregarle las ropas para este acto. Consintió el judío en devolverle las ropas, y además el precio que ella le debía, con la condición de que le trajera la sagrada Forma que recibiese en el altar. La desventurada mujer prometió hacerlo, y lo cumplió.
A la vista de la sacrosanta Hostia comienza el judío a enfurecerse, la hiere con un cuchillo varias veces y saltan de ella borbotones de sangre. En vano le ruegan su mujer y sus hijos aterrorizados, que se detenga; porque poniéndose cada vez más furioso la clava en la pared, la maltrata con azotes y la hiere con una lanza.
Arrójala al fuego, y la sagrada Hostia se eleva, y sube y baja por encima de las llamas sin deshacerse;
cógela desesperado él, la echa en una caldera de agua hirviendo, pero el agua toda se pone de color sangre, la sagrada Hostia sale de la caldera, entonces se aparece Jesucristo allí, tal como esta cuando los judíos le pusieron en la cruz. Acabó por llenar de espanto este espectáculo al desventurado, que huyó, como loco frenético, de la vista de Jesucristo, y se fue a ocultar en lo más escondido de la casa.
Pero su hijo, muy niño aún, que había estado presente a esta escena, salió a la puerta de la calle, y como tañesen a Misa en una iglesia cercana, se puso decir a la gente que acudía a ella: "No vayáis ya vuestra iglesia; ya no está allí vuestro Dios, porque acaba mi padre de matarle!"
Entró la gente en aquella casa, y como viese la sangre de que estaban manchados todos los muebles de ella, se postró en presencia de la Hostia sacrosanta, que echando sangre, vino a depositarse ella misma en un vaso que tenía una devota mujer, la cual la llevó inmediatamente a la iglesia más próxima, que era de San Juan de Greve, en donde se conservó tan maravillosa Forma por espacio de cuatrocientos años.
La causa de este milagro se instruyó por el Arzobipo de París, Simón de Bucy, y la capilla de las Billetes se edificó sobre el solar de la casa del sacrílego judío. Hay tres Bulas Pontificias que atestiguan la realidad de tan prodigioso suceso.
(Rohrbacher, His. Eccl. —P. Coubé, S. J., La Comunión semanal, Ap. n° 3, p. 164)
P. Manuel Traval y Roset