CASTIGO DE UN SACRÍLEGO
Es célebre, entre otros de su género, el caso ocurrido en el Monte de los Capuchinos, de Turín, cuando invadieron su iglesia los soldados franceses. He aquí la declaración que hizo en el proceso eclesiástico uno de los militares invasores: "Vi a un soldado que, acercándose al altar mayor, se subió encima de la mesa y, forzada la puerta del Sagrario, metió la mano para robar el Santísimo Sacramento. En el mismo instante vi salir del Tabernáculo una llama de fuego que iluminaba toda la iglesia, y el soldado, saltando del altar precipitadamente, se puso a gritar: "¡Ay, Dios mío! ¡Ay, Dios mío!" Prosiguió la llama iluminando la iglesia desde el suelo hasta la altura de una vara, de modo que cuando yo y los demás soldados nos postramos en el suelo, veíamos toda la iglesia radiante de luz, y, al levantarnos, la veíamos
oscura, hasta el punto de no distinguirnos unos de otros.
Espantados estábamos con aquella visión, cuando el soldado que quiso robar la Sagrada Eucaristía llegó a la puerta de la iglesia para salir, como en efecto lo hizo; pero tenía la cara y las manos quemadas y negras y no cesaba de repetir estas palabras: " ¡Ay, Dios mío!" Salimos detrás de él y no nos fue posible ver qué camino tomó.
Fray Antonio Corredor, o.f.m.